Baku

El Mono Onírico

Tras varias tristes vidas esperando nada
salí de mi letargo con hambre de cualquier cosa que fuese azul.

Habían limpiado ya las calles
y no quedaban piedras en las que tropezar
para poder así culpar a algún otro ser muriente
de mi suerte o mi torpeza.

También lo habían inclinado todo hacia abajo
y parecía que, por pura inercia,
hoy sí que llegase hasta algún sitio.

Para mí, que no estaba acostumbrado a los destinos,
la situación me provocaba un incierto vértigo
y me ofrecía un pinchazo de terror a cada paso.

Toda meta es una muerte y yo,
que ya había muerto otras veces
sabía que no me iba a gustar.

Hay quien dice que lo hermoso de la situación es que,
tras morir, renaces,
pero yo, aún renacido, añoraría al difunto.

Sería una lástima morir ahora que ya todo yo era de mi talla
y mis articulaciones coincidían…

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